Sueño y naturaleza: la historia de una exposición
«El futuro pertenece a quienes creen en la belleza de los sueños.» Eleanor Roosevelt
Para RCR, mediante las alas de la arquitectura, los sueños se manifiestan de una manera palpable. Este es su terreno de juego, entre los sueños y las ideas, y su concreción en el mundo real.
Los mostramos por primera vez como pensadores contemporáneos capaces de dar respuestas desde la arquitectura al mundo que les rodea, y poniendo de manifiesto este mundo interior y singular donde se encuentra la base de su creación, y del que emanan los proyectos de arquitectura que hoy en día todos conocemos.
Y es precisamente en el momento en que su dimensión es más pública que nunca, gracias al reconocimiento del Premio Pritzker (otorgado en 2017), que planteamos una exposición que muestra el universo más íntimo de Rafael, Carme y Ramon.
Y de este mundo de sueños, ahora llega un sueño inédito. El sueño de La Vila, que es el de una arquitectura libre, desnuda, auténtica, de emoción y de esencia. El paisaje de Olot como laboratorio experimental de arquitectura. La Vila supone descubrir una nueva realidad que, en forma de nebulosa, se presenta con un ritmo lento donde caben las ideas, pero también el paisaje, las imágenes, los dibujos y las palabras. Representa la búsqueda de una arquitectura que permita construir un mundo totalmente genuino de relaciones y sinergias inéditas, con la emoción de ser descubiertas.
Con todo ello, la muestra se convierte en un viaje a través de una arquitectura que se piensa y que se vive, y esta es la inevitable manera de conocer y entender realmente la arquitectura de RCR: sentirla. El viajero se adentra en un sueño, serena y lentamente, para quedar suavemente absorbido por los estadios más profundos de este sueño.
Este viaje es una experiencia. Una experiencia sensorial del que es partícipe. Una vez anulada toda referencia del exterior (y accediendo casi clandestinamente) el viajero se verá inmerso en un mundo de percepciones donde, como en un sueño, la materia se desvanece para dejar paso a un espacio sensorial y emotivo, líquido, sin materia.
Para entrar en un sueño es necesario un portal. El espacio Umbral, al ser atravesado, altera la percepción de lo conocido. Es el espacio de transición hacia el sueño más profundo. Como cuando dormimos, antes de entrar en la fase rem, esta viene precedida por un estado de semi-conciencia que es lo que se pone de manifiesto aquí. En este, imágenes dinámicas y flotantes presentarán el universo de RCR, glosando la complejidad de su experiencia, estableciéndose como espacio de presentación y resumen de su trayectoria hasta el momento actual.
Desde este espacio nos adentramos dentro del Sueño. Absorbidos progresivamente por un espacio inmaterial de movimiento, reflejos, sombras, en un espacio voluptuoso y sensual, es en este espacio de sueño donde entramos en contacto con el proyecto de La Vila, para descubrirlo. Es un proyecto de futuro y de presente, de lo que está por venir, y de lo que se está gestando. Por lo tanto, es mostrado como una realidad fragmentada, donde cada uno construirá su propio relato y obtendrá su propia percepción.
Todos soñamos. Pero, ¿cómo se da forma a un sueño? ¿Cómo se materializa un estadio mental, inmaterial?
La Vila, a través de la Geografía de sueños, se estructura de acuerdo con tres valores simbólicos: cuerpo, mente y alma. Simbolizados por un círculo, evocan la búsqueda del equilibrio y la armonía absoluta. En la caligrafía japonesa, el círculo, o el ensō, simboliza un momento en que la mente es libre de dejar que el cuerpo y el espíritu se formen, la iluminación absoluta, la fuerza, la elegancia, el universo y el vacío. Solo una persona mental y espiritualmente completa puede plasmar un verdadero ensō.
Así, este círculo se convierte en la base del lenguaje de este nuevo sueño.
La Vila es un proyecto que se encuentra en el momento clave de su génesis. Representa el nacimiento de una idea, de una filosofía, de una utopía construida. Asistimos, por tanto, al nacimiento de un proyecto que apenas está en pleno proceso de definirse, estructurarse y que comienza a tomar forma. Por este motivo se presenta como una realidad fragmentada, distorsionada, y para ello, es materializado a través de la idea de una lupa: enfoque-desenfoque, definición-distorsión, unidad-fragmentación. Estas propiedades la hacen óptima para construir el lenguaje buscado.
Asimismo, este círculo evoca el valor de un ritual donde no puede existir la idea de un inicio ni un final específico. El espacio es continuo e infinito. Imaginemos un espacio no-físico que nos transportará a un espacio mental, construido de materia sensible: una piel volátil, cristalina y distorsionada que nos envuelve. Una atmósfera mutable y dinámica, donde nos sentimos abstraídos de la realidad, pero precisamente por eso conectados a ella. Desnudos de distracciones. Un espacio esencial, un espacio de comunicación universal. Proponemos un espacio de acción. Dinámico. Mutable. Efímero. Como los sueños.
Este es un sueño de naturaleza. Vamos en busca de una piel hecha del mismo sueño de naturaleza de La Vila: de su tierra, de su aire y de las ideas que esconde. Lo queremos mostrar con un lenguaje genuino, así como las palabras intraducibles que la tradición japonesa ha tenido que inventar para definir conceptos de nuestro vínculo con la naturaleza: experiencias comunes a todos, universales, pero que el lenguaje común no llega a describir. Para ello, un mosaico de lupas vítreas donde las imágenes se presentan distorsionadas, con el objetivo de provocar lecturas únicas e individuales que sugieran la libre interpretación de cada uno.
Así se concibe una experiencia que se construye con la acción de quien la vive. Quien participe del sueño, se llevará su propio sueño a casa.
Llevaremos el espacio de la Vila a un sueño común, un sueño compartido.
Al final, no quedará nada en el espacio, pero el sueño estará ya en todas partes, para todos y de todos.